El desarrollo de América Latina en la década de los ochenta se ha visto frustrado por una severa crisis económica y se enmarca también dentro de importantes cambios políticos, caracterizados por una apertura democrática y regímenes políticos más pluralistas. La crisis en la que se ve inmersa América Latina ha provocado un estancamiento económico de las fuentes tradicionales de crecimiento; la deuda externa y la inflación forman parte de los desequilibrios macroeconómicos que padece, acompañada de un descenso de la inversión que limita la expansión de la capacidad productiva, agravada por el deterioro de los términos de intercambio. Los efectos de esta crisis se reflejan en el degradamiento de los niveles de vida, empobrecimiento económico, debilitamiento del Estado y degradación del medio ambiente y contaminación. Por otro lado se manifiesta un deterioro de la interdependencia regional para dar paso a relaciones bilaterales con los países industrializados, lo que ha aumentado la dependencia de éstos. VJ/MR