Para finales del siglo XX la sociedad internacional no ha encontrado la forma de frenar la aspiral de violencia y destrucción que rodea muchos de los conflictos internacionacionales. La naturaleza interna de los conflictos actuales, su carácter intraestatal y el peso de los factores no militares, como las diferencias étnicas, religiosas o culturales, tanto en el inicio como en el desarrollo del conflicto, hace que los viejos sistemas de regulación o intervención no sean ahora los más adecuados, provocando un cierto estancamiento en la forma de encarar los conflictos. En fenómenos como los de Rwanda y Somalia se muestra la insuficiencia de los mecanismos internacionales para actuar preventivamente en el ámbito humanitario y a su vez para colaborar en los aspectos políticos de los conflictos. La década de 1990 ha pasado a ser el momento de razonamiento y de prueba para reforzar el papel que puedan jugar las instituciones internacionales en la prevención y regulación de los conflictos, en particular desde la Naciones Unidas y de brindar a la humanidad los sistemas de alerta temprana que permitan tratar las situaciones de tensión en sus primeros momentos y llegar hasta sus mismas raíces. OB/LOB