Desaparecidos en Centroamérica 1990
Detalles de publicación: San José: ACADAFE, 1990Tema(s): Resumen: La guerra en Centroamérica es una de las más crueles que ha existido, de todo ello, las desapariciones forzadas es lo más sanguinario. Países como Guatemala, Honduras y El Salvador son los que utilizan este método con más frecuencia. Tales desapariciones tienen un patrón muy similar, iniciándose mediante el secuestro violento de las víctimas, muchas veces a la luz del día y en lugares poblados, por parte de hombres armados, vestidos de civil y disfrazados que actúan con aparente impunidad en vehículos sin identificación oficial y con cristales polarizados, sin placas o con placas falsas. La población considera el acto como un hecho público y notorio perpetrado por agentes militares, por policías o por personal bajo su dirección, cuyas operaciones se realizan mediante una práctica sistemática. El artículo resalta el año electoral de 1990 en Guatemala, con un virtiginoso ascenso de política, masacres, asesinatos, un sindicalismo perseguido, represión contra campesinos y universitarios, e inclusive contra el Grupo de Apoyo Mutuo y, nuevas denuncias sobre cementerios clandestinos. Ante estos actos, la Procuraduría de Derechos Humanos intenta educar a la sociedad y se decide a proteger la vida humana. La Iglesia Católica por su parte, encabeza propuestas de pacificación nacional. Tal situación provoca que Estados Unidos lance duras críticas al gobierno de Vinicio Cerezo, mientras la OEA y la ONU investigan los casos. En El Salvador las violaciones son semejantes, con el agravante que el proceso de negociación no avanza, se endurecen las posiciones militares y asciende la violencia política. En Honduras los casos son similares, pero se observan avances para con los derechos humanos ya que al menos se pagaron indemnizaciones a los familiares de los desaparecidos, no obstante, la crisis económica lleva a más violencia política. HB/MR
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Colección Centroamérica
La guerra en Centroamérica es una de las más crueles que ha existido, de todo ello, las desapariciones forzadas es lo más sanguinario. Países como Guatemala, Honduras y El Salvador son los que utilizan este método con más frecuencia. Tales desapariciones tienen un patrón muy similar, iniciándose mediante el secuestro violento de las víctimas, muchas veces a la luz del día y en lugares poblados, por parte de hombres armados, vestidos de civil y disfrazados que actúan con aparente impunidad en vehículos sin identificación oficial y con cristales polarizados, sin placas o con placas falsas. La población considera el acto como un hecho público y notorio perpetrado por agentes militares, por policías o por personal bajo su dirección, cuyas operaciones se realizan mediante una práctica sistemática. El artículo resalta el año electoral de 1990 en Guatemala, con un virtiginoso ascenso de política, masacres, asesinatos, un sindicalismo perseguido, represión contra campesinos y universitarios, e inclusive contra el Grupo de Apoyo Mutuo y, nuevas denuncias sobre cementerios clandestinos. Ante estos actos, la Procuraduría de Derechos Humanos intenta educar a la sociedad y se decide a proteger la vida humana. La Iglesia Católica por su parte, encabeza propuestas de pacificación nacional. Tal situación provoca que Estados Unidos lance duras críticas al gobierno de Vinicio Cerezo, mientras la OEA y la ONU investigan los casos. En El Salvador las violaciones son semejantes, con el agravante que el proceso de negociación no avanza, se endurecen las posiciones militares y asciende la violencia política. En Honduras los casos son similares, pero se observan avances para con los derechos humanos ya que al menos se pagaron indemnizaciones a los familiares de los desaparecidos, no obstante, la crisis económica lleva a más violencia política. HB/MR
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