Se estudia el proceso de las elecciones nicaragüenses. Para los nicaragüenses, la elección no sólo prometía la liberación sino una oportunidad de realizar su sueño recurrente de tener una democracia sin adjetivos. Las elecciones competitivas, sin embargo, no constituyen en sí mismas la democracia, como puede verse en las experiencias de otros países centroamericanos. La democracia requiere además de instituciones representativas que sean estables y eficaces. En Centroamérica esto requiere ante todo la subordinación de los militares ante la autoridad civil. Construir este tipo de instituciones seguramente será una prueba aún más ardua que el heroico 25 de febrero de 1990 de Nicaragua. Según los resultados oficiales, la Unión Nicaragüense Opositora (UNO) ganó las elecciones por cerca de 14 puntos del porcentaje de votación: 54.7 por ciento a 40.8 por ciento, lo cual representa un mayor margen de victoria si se toma en cuenta el control gubernamental sobre la televisión (que era excesivamente pro-sandinista), el citado margen resulta mucho más impresionante. El autor analiza la carta electoral, las ventajas electorales de los sandinistas y las concesiones democráticas de éstos. Además de estudiar el papel de la UNO como partido político, el traspaso de poderes de un partido a otro, la Asamblea Nacional dominada por los sandinistas, para finalizar con una reflexión sobre el subdesarrollo económico y social de Nicaragua. HB/HMBQ