Los países de América Latina y el Caribe enfrentan desde el inicio de la década de 1980 un conjunto de restricciones al crecimiento sostenido, en el marco de una recesión económica singularmente prolongada. Ante dicha crisis la Secretaría de las Naciones Unidas ha indicado que no es conveniente esperar que las soluciones vengan desde afuera, sino que la región debe, mediante esfuerzos, superar los múltiples obstáculos que se presentan a la recuperación y el desarrollo. Se indica que mientras persistan en forma simultánea precios deprimidos de los productos básicos de la región, elevadas cargas asociadas al servicio de la deuda y reducidos niveles de financiamiento externo, todo reflejado en la transferencia de recursos financieros hacia el exterior que afecta a muchos de los países de la región, el margen de autonomía en la formulación e instrumentación de las políticas económicas, si bien son suceptibles de ampliarse por medio de la cooperación intrarregional, es aún muy estrecho. Peor aún ese estado de cosas plantea nuevo dilemas, ya que la principal respuesta que los países de la región pueden adoptar para cambiar de forma significativa su inserción en el mercado internacional es la de diversificación y modernización de su capacidad productiva y lograr un desarrollo equitativo en base a una satisfacción dinámica de las necesidades básicas, pero para ello es fundamental adquirir nuevas inversiones cuyo financiamiento se ve limitado por las restricciones externas mencionadas. Precisamente la forma de enfrentar el conjunto de restricciones que se refleja en el fenómeno de transferencia negativa de recursos, tanto en el esfuerzo propio o regional, como en el marco de la cooperación multilateral, son los puntos centrales del análisis. Finalmente se ve en la deuda externa el mayor impedimento para lograr un ajuste expansivo y una estabilización sostenible, condición esencial para superar la crisis en que han caído la mayoría de las economías regionales. OBB/hmbq