El ensayo polemiza la afirmación de que la mejor forma de consolidar la democracia en América Latina es potenciar la sociedad, entendiendo que esto implicaría, entre otras cosas, desarrollo y fortalecimiento de los actores sociales, del sistema político, de la cultura democrática y del mismo Estado, en función de una mayor intercomunicación con los actores sociales y de ellos entre sí. Señala que vivimos momentos conflictivos de creación de un nuevo orden y que si la democracia que se construye implica políticas ortodoxas de ajuste económico en función del capital, es muy probable que sea coercitiva y socialmente excluyente, sin lograr mayor equidad, legitimidad e integración social. Además, el potenciamiento de la sociedad implica sobre todo una voluntad de cambio, un fortalecimiento de la acción social, un desarrollo de espíritu de empresa, una innovación del sistema político y un reforzamiento de la capacidad de acción estatal. Así, dice que se ha detectado en la propia sociedad la necesidad de potenciar cuatro tipos de cambio independientes y a veces conflictivos: 1- profundizar la acción y la autonomía de los movimientos sociales, 2- fortalecer el "espíritu de empresa"; 3- innovar el sistema político; y 4- refortalecer el Estado y su capacidad de acción unitaria. EB/MR