Colección Centroamérica

La situación en que viven los lisiados de la guerra de Nicaragua es realmente dramática: son las víctimas de una guerra que no buscaron ni desearon; sus condiciones de vida han empeorado con el cambio de gobierno. Los sandinistas se preocupaban por privilegiarlos de alguna forma: adjudicándoles un terreno, con cursos de capacitación acordes a sus discapacidades, con la garantía de que hallarían trabajo, en las marchas ocupaban lugares privilegiados, con sus sillas de ruedas, sus muletas o sus anteojos y su bastón. Con la derrota electoral los jóvenes discapacitados se enfrentaron a una realidad desconcertante: que la causa a la que habían entregado la mejor parte de su vida, era ahora rechazada por el mismo pueblo, pasaron de héroes a convertirse en una denuncia viva. Se decía que la solución para estas personas era la creación de microempresas, en donde ellos mismos fueran sus patrones, para que de esta forma lograran la autoestima. Andrés Solís, Jesuita que forma parte del equipo de rehabilitación dice "Si se quiere una rehabilitación auténtica del ser humano, es necesario que cada cual busque su propia solución". Luego se narra la historia de Juan Canales quien montó un proyecto de alquiler de bicicletas y logró convertirse en un hombre activo. Para estas personas es fundamental la ayuda que puedan recibir de sus familias y de sus seres queridos, esto los motiva y les da confianza para luchar contra las adversidades que la vida les ha impuesto; tienen que enfrentarse a un doble problema: el de su discapacidad y el de vivir en un país tercermundista, en donde el dinero es escaso y el gobierno colabora muy poco o nada. En síntesis se profundiza en la problemática de estas personas castigadas por el destino, aunque muchos de ellos han sabido superar las limitaciones y luchan por sobresalir y por tener una razón para vivir y hacerlo felizmente. OB/ALJ