El texto consagra el derecho de los pueblos a la democracia, como un hito en materia de Derecho Internacional y como acción pionera en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos; que posiciona la Democracia como Derecho Humano, el cual requiere de garantías y de la acción colectiva de los Estados para defenderla. La Carta como tal, enfatiza la interrelación entre los Derechos Humanos y la democracia, y deviene el régimen político democrático como la principal exigencia de los postulados y principios de los Derechos Humanos. Finalmente, el texto es un reto a los Estados que suscriben la Carta, a no solamente garantizar sistemas electorales de calidad, sino, a ampliar el cumplimiento de Derechos Humanos fundamentales, como el derecho al desarrollo humano y la observancia de los derechos económicos, sociales y culturales.