Si se comparesen las estructuras agrarias y las relaciones sociales en espacios histórico-geográficos donde el café ha sido por largo tiempo el principal cultivo comercial, más que cualquier uniformidad o semejanza saltaría a la vista una notable heterogeneidad en cuanto a los tipos de unidades productivas y a los vínculos de asociación o conflicto entre actores colectivos en dichos ámbitos pero no se trata únicamente de variantes interregionales, sino que también se observan hondas transformaciones en una misma zona de un período a otro. Mediante procesos de concentración o subdivisión de la propiedad, transiciones graduales o abruptas de una modalidad laboral al predominio de otra, también se dan cambiantes relaciones de fuerza que dan lugar a nuevas alianzas y confrontaciones. Una de las características más sobresalientes de la caficultura es que no ha estado históricamente ligada a un solo modo de organizar técnica y socialmente la producción, ni a patrones semejantes de tenencia y usufructo de la tierra, como tampoco a un tipo específico de interrelación entre fuerzas sociales más o menos organizadas en el plano local, regional y extrarregional. Por el contrario, la actividad cafetalera se constituyó en un eje de acumulación y sustentó redes de poder en situaciones social-agrarias tan diversas como los paisajes en que se difundió el cultivo y por los cuales se dio el café en cereza, despulpado o ya trillado. OB/LOB